30 de abril de 2020

NOS MUDAMOS

Va siendo hora del cambio y he tomado esta cuarentena mundial, la inspiración de una vieja amiga y mis ansias de evolución, para tomar abril (el mes de mi cumpleaños) como el punto de inflexión para avanzar en mi escritura.

Con esto, abro en Mayo una nueva página (más profesional a nivel estético) donde volcar mis pensamientos. El Blog permanecerá abierto hasta no sé cuándo.
Pero seguirá por aquí un tiempo más para que podáis releer viejos posts si así lo deseáis.

Pero a partir del 1 de mayo, es decir, mañana, pasaré a publicar mis historias en la siguiente web titulada Rincón Púrpura


Espero que os guste y lo pongáis en marcadores favoritos de vuestro navegador. Por supuesto seguiré estando en mis redes sociales de twitter e instagram y en mi correo electrónico, que podéis encontrar en este blog y en la nueva web.

Gracias a los que me habéis leído de forma silenciosa, pues siempre que hablo con gente descubro que me leen más de lo que yo me llego a imaginar. 

Esto no es una despedida. Continuamos en mi pequeño rincón de Internet, que tiene que ser por supuesto, púrpura. 

ATTE: Sandra J.M

27 de abril de 2020

Llamas de Ira

Cada noche dormían abrazados porque así mantenían lejos el frío del invierno con su calor corporal. Pero ya hacía bastante tiempo que su mujer no le transmitía dulzura con sus brazos durante la noche. Algunas madrugadas la señora se levantaba de la cama a tientas en la oscuridad y se paseaba por la casa tras registrar los cajones de la cocina.

Su relación, antes amorosa y cercana, se había transformado en algo lúgubre y triste, un matrimonio marchito.
En algunos ataques de ira, su mujer perdía el control y le lanzaba lo que encontraba de la casa, provocándole heridas leves pero considerables en su cuerpo.
Nada de esto tenía importancia para el hombre de la casa, que tomaba todo esto como actos impulsivos de su depresiva mujer, quien vagaba por la casa como alma en pena durante el día y repetía el mismo patrón en las noches.

Una de esas noches que ya se habían convertido en infiernos mentales, el chico se removía en sueños solitarios en la gran cama del dormitorio. Su mujer no estaba y tampoco se veían luces encendidas ni ruidos desde la cocina como otras ocasiones nocturnas.

El silencio era palpable y el ambiente estaba cargado con una tensión que podía cortarse con unas tijeras si hubiese tenido unas a mano.
La llamó varias veces pero nadie respondió. Su corazón comenzó a agitarse con fuerza dentro del pecho. El miedo le recorría el estómago produciéndole un dolor agudo y punzante en el vientre.

De pronto sintió un calor extraño bajo sus piernas y se destapó la sábanas pesadas del invierno por si eran imaginaciones suyas. Al instante un olor a humo le acarició la nariz con suavidad. Agudizó sus sentidos tratando de buscar una explicación a aquella extraña y siniestra situación.

El olor y el calor se habían perpetuado en la estancia y estaba ganando fuerza conforme los minutos pasaban. El hombre encendió la luz de su lámpara de la mesilla y comprobó que eran nada más y nada menos que las 4.40 de la madrugada. Las cortinas estaban corridas y la persiana bajada hasta abajo, pues no se atisbaba siquiera el color de las bombillas naranjas de las farolas de la calle.

Entonces decidió mirar hacia la puerta y ésta también estaba cerrada y con una toalla extendida a los pies, como sellando la habitación.

El hombre entonces encajó las piezas en su cabeza y sintió miedo de verdad. Se bajó de la cama y lo vió.
Su mujer salió de detrás del gran armario que estaba contra la pared, impidiendo haberla visto antes.

Con ojos como loca se abalanzó sobre él y lo tumbó en la cama con fuerza mientras el olor a humo se hacía más y más intenso.
El matrimonio se debatía en el colchón en una complicada y pesada pelea mientras la madera bajo sus cuerpos ardía en una majestuosa llama amarilla.

El calor abrasador del fuego se hacía presente con prisas y energía arrasadora. El tiempo corría muy lento y rápido a la vez.
El hombre se desprendió de la mujer que gritaba sin detener la avalancha de golpes y amenazas de muerte con una risa siniestra que salía del fondo de su garganta burbujeante de saliva producto de su ira descontrolado y ansias de sangre.

Los gritos del hombre apagaron a los de la mujer y rompiendo la puerta tapiada y tratando de avisar a los vecinos, el caballero de 48 años salió corriendo escaleras abajo con los pulmones ahogados en humo y el corazón a punto de estallar.

Su mujer, desde lo alto de la escalera seguía riendo como poseída y persiguiéndole con la mirada mientras descendía al piso de abajo.
El olor a quemado se había impregnado en las paredes de la casa que comenzaba a crujir con la madera calcinada. Los minutos corrían peligrosamente en contra de la supervivencia del hombre que tenía ya lágrimas en los ojos con una esposa pisando los talones que llevaba una botella de cristal dispuesta a golpearle.

Decidido a salir de allí como fuese, el hombre tuvo una persecución entre él y su loca mujer buscando desesperadamente el teléfono que estaba destrozado en una esquina del salón, probablemente por culpa del verdugo que le perseguía con esperanzas de matarle allí mismo.

El fuego comenzaba a descender por la escalera, buscándole con hambre. Era el fin. Golpeó a su mujer desesperado y su cuerpo se desplomó en el suelo junto al teléfono roto. El humo negro impedía ver nada y el calor quemaba hasta las pestañas. La oscuridad se acercaba. El hombre se tumbó al lado de su moribunda esposa y se rindió entre lágrimas a su destino.

Fue entonces cuando una luz de emergencias asomó bajo la puerta.


17 de abril de 2020

Contra Sandra J.M

Pienso, como todos, que tengo ideas,
sentimientos y objetivos claros.
Muestro seguridad y confianza,
me río de los miedos, de las
pesadillas y de ti.

De ti, chica miedosa, insegura.
Me río amargamente de tus manías.
Me desesperas. Me atormentas.
Me cansas.

Enana en un mundo de gigantes,
levanta esa cabeza de ojos grandes.
Tus miedos e inseguridades
me consumen.

Yo voy hacer que te levantes
del pantano de tu mente,
chica miedosa y desesperante.
Me uniré a ti y
seguiré adelante.
Te daré mi vida para salvar tu muerte.
Quizás así
dejes de asfixiarme


12 de abril de 2020

¿Esforzarse por vivir?

Con 21 años me marché de casa con un bebé aguardando en mi barriga y un novio dos años mayor que yo que comenzaba a trabajar en un mundo laboral muy duro. Nos casamos a las carreras porque no podíamos fugarnos como enamorados de película, esto era otra cosa. Cuestiones sociales de un pueblo pequeño.

Viviendo de alquiler y sobreviviendo para comprar pañales para la pequeña que apenas comía pero daba mucho trabajo, íbamos tirando con bombillas fundidas, muebles roídos y una casera que nos amargaba la existencia cada fin de mes.

Mis hermanos vivían felizmente en casa de parientes, ahorrando para un futuro mejor. Mi joven marido, mi pequeña hija y yo nos quitábamos pan de la boca para pagar el coche de segunda mano roñoso que aparcamos en huecos imposibles de la calle estrecha donde vivíamos temporalmente. Sí, temporalmente porque si no pagamos cada primero de mes nos íbamos a la calle. Es así, ese pellizco cada noche al irme a dormir, recapitulando en mi cabeza los gastos mensuales, la administrativa maestra en la que me había convertido de forma forzosa para organizar el dinero, estaba cada día. 

Para suerte y desgracia mía, tras 8 años de calvario de pagar rentas por tener un techo mohoso y con goteras en los días duros de lluvia, mi madre falleció y nos dejó en herencia a mí y a cada uno de mis hermanos una casa digna. De esas que huelen a recién construidas en el barrio pudiente del pueblucho. De esas que tienen rosales en un jardín verdoso, de esas con garaje, salón, cocina, dos baños y habitaciones espaciosas con ventanas hiper luminosas. La pena de la muerte de mi madre fue absorbida por un agradecimiento desorbitante. El nuevo siglo me sonreía.

Pasaron los años y los muebles roñosos se convirtieron en artículos de calidad, vajilla amplia, licores caros, dos coches, ropa abundante para cada estación, televisores de plasma y ordenadores de todos los modelos.
Mi vida se transformó. Y mis hijas tienen lo que nunca tuve yo. Lo típico que toda madre quiere, ¿no?

Sin embargo, continúa ese pellizco cada noche al dormir que tenía en mi pronta independencia y forzosa etapa adulta. Ahora no es por pagar el alquiler a fin de mes. Ahora es mi hija mayor, la que cumplió 30 hace dos días. 
Aquella que sin estudios ni trabajo ni ninguna intención de cumplir con alguna responsabilidad, esos bichitos llamados “ninis”, continúa en casa y con intención de quedarse hasta que sea a mí a quien la coman los bichos. ¿Quiero forzar a mi hija a una independencia como a la mía? Por supuesto que no, pero en mi cabeza no cabe una idea…
¿Cómo es posible que hoy con todas las tecnologías, facilidades, avances y ayudas que no tuve y que puedo ofrecerle a la mayor de mis hijas, no tiene deseos de irse? 
Imagino que el calor de una madre, esa de que la yo me tuve que desprender tan pronto para formar mi propia familia, imagino que tener la comida caliente en la mesa y no tener que ponerte a cocinar con un bebé llorón en brazos, es más atrayente.

Imagino que eso del esfuerzo y superación personal no está de moda y por eso nadie quiere marcharse. Ahora se vive para esforzarse, no esforzarse para vivir. 

6 de abril de 2020

Insostenible

No puedes hacerte una idea de lo que vivo en mi interior. Es como un fuego que se propaga por mis venas y me quema desde dentro, reflejándolo fuera con quemazón roja sobre la fina piel.

Es un dolor hueco, de esos que vives en soledad. Que no le muestras a nadie. Que ocultas bajo la máscara de una mueca siniestra llamada sonrisa falsa. Hipocresía.

No sabes a quién acudir. Qué decir. Cómo actuar. El miedo se apodera de tus entrañas. Los dedos tiemblan. Las rodillas flaqueas. Te golpeas en la ducha entre tanto llanto y caes al suelo húmedo. El cuerpo desnudo con cortes sangrantes. Con magulladuras moradas. Moretones violetas.

1 de abril de 2020

Llegó la primavera

"No tenéis idea, ni una cercanía, de lo que es vivir un amor como el mío", dijo la chica de ojos claros y melena castaña mal cortada por ella misma, desde su rincón de la mullida cama, con el ordenador sobre los muslos y sus mejores amigas reflejadas en la pantalla durante una videollamada.

Y era cierto. No tenían ni idea. Porque cuando cortó la llamada, dejando a sus amigas con las caras largas, por sus sonrojadas mejillas caían lágrimas con fluidez. Se las limpió sin cuidado alguno, manchando la manga de su ropa.

El dolor de su pecho seguía allí incluso después de colgar la llamada de 45 minutos donde se había desahogado, o eso creía, porque la presión seguía allí.

Era un dolor punzante, sordo. De esos que te quitan el aliento. Que no puedes mover el pecho porque te da un latigazo horrible en la espalda y te impide cualquier movimiento del cuerpo. Las piernas te fallan, pierdes las fuerzas y solo agarras algo de energía para tirarte en la cama, que es lo que hizo nuestra chica de pelo castaño.

Los sudores fríos y las lágrimas calienten hacen una combinación corporal de fluidos muy curiosa pero que provoca una sensación desagradable en el alma.

La indiferencia es más dañina que una excesiva atención. El pensamiento de inutilidad tiene más fuerza que la ilusión. Pensar en un futuro negro tiene más cabida que un futuro feliz, cuando tu presente se desmorona.

La chica se retorcía dentro de las sábanas, ahogando su llanto contra la almohada. Rezando para sus adentros, pidiendo que el tiempo pasara muy deprisa y el cansancio o la sequedad de la cara acabara con su sufrimiento. Quedarse dormida o no sentir nada. Ambas opciones servían.

Para, por favor. Para.

Suplicaba a su corazón, a su mente que no dejaba de chillar aquello que más le dolía, como queriendo aplastarse a si misma. El cerebro, la mente, la psicología humana es compleja y poderosa. Somos nuestros propios verdugos mentales. Nos machacamos con nuestro mayor dolor una y otra vez, buscando no sabemos muy bien qué.

El cansancio llega. Las lágrimas se secan, dejando áspera y tirante la piel de las mejillas las cuales habían perdido su color rosado y se habían tornado pálidas, en contraste con sus labios rojos e hinchados por las muecas de llanto. Los ojos también rojos e inflamados se pegaban entre si con las pestañas rígidas.

El sueño llegaba. El anhelado sueño. Cerrar los ojos se convierte en tarea fácil. Dormir es sencillo. Dejar la mente en blanco es una opción casi obligada. Ojalá siempre fuese así. 
Pero por desgracia, cuando el ciclo onírico termine, el dolor volverá, el sufrimiento, el calvario, los temblores, el sudor frío y las lágrimas calientes.

Solo habrá una diferencia que no provocará novedades salvo un precioso cambio en la naturaleza que alegraría hasta el más lúgubre de los seres vivos. Unas hermosas y coloridas flores se abren paso entre las malas hierbas. Llegó la primavera. 


ATTE: Sandra J.M

24 de marzo de 2020

El verdadero encierro

El país vive un infierno, el mundo está aterrado por un ser microscópico que ni siquiera el ojo humano puede percibir.
Pero aquí estamos todos, encerrados en nuestros hogares, asustados de la muerte que acecha escondida en un virus viviendo en el aire.
Los hospitales al borde del caos, del colapso. Los cementerios se quedan sin huecos para enterrar a los difuntos... Todo es desesperación, miedo, agobio y encierro. Una cuarentena que todos llevamos en nuestra espalda con mucho pesar.

Ya van 10 días y los que quedan por delante... Recemos a lo que sea que creamos superior para que esta crisis del 2020 pase rápido. Muchos caerán y otros se salvarán. Pero la batalla acaba de empezar...

12 de marzo de 2020

Encierro

ACTO ÚNICO
ESCENA 1

MARÍA entra en el ascensor del bloque donde tiene su piso de estudiante. Alguien la empuja desde fuera. No se ve quién ha sido desde el espacio del escenario. MARÍA mira a todas las partes del habitáculo con cara asustada. Mira al público casi llorando.

MARÍA.- ¡Quiero salir de aquí! Estoy muy asustada. Tengo claustrofobia desde pequeña.

Una voz fuera del escenario y de la vista del público hace presencia.

VOZ.- Debes superar tus miedos, María. Es solo un ascensor.

MARÍA.- ¿Quién me habla? Sácame de aquí.(La chica mira asustada en todas direcciones sin saber de dónde procede la voz que le habla a ella)

VOZ.- Soy tu propia consciencia María. Tu mente. Y no puedo sacarte de aquí. Debes salir tú sola.

MARÍA.- ¿Y cuándo podré hacer eso? No puedo estar más tiempo aquí. (La chica comienza a hiperventilar y palpar las paredes del ascensor en busca de los botones para abrir las puertas)

VOZ.- Superando tu miedo.

MARÍA.- ¡No puedo hacerlo! Quiero salir de aquí. (La joven comienza llorar mirando al público y suplicando a estos que la liberen de su encierro)

VOZ.- Despierta de tu pesadilla María. Despierta o estarás encerrada para siempre en tu mente.

MARÍA se desploma en el ascensor entre lágrimas y expresiones de terror mientras la luz del escenario va disminuyendo hasta quedar completamente negro.

Baja el telón


9 de marzo de 2020

Reinicio, 365 días

Esta entrada es repetida del mes de diciembre, pero hoy se repite la historia de 365 días de Edén para mí. Ahí va de nuevo, al menos como un dulce recuerdo de amargo sabor.

Nuestra historia de amor es curiosa. Somos como el cliché de las películas cutres de los domingos por la tarde de A3.

Comenzamos siendo amigos, esos que hablan bromas en los grupos de Whatsapp y se ven de finde en finde. Sin más. No sabía nada de ti y tú nada de mí.

Con los meses y las andanzas de nuestro grupo de amigos nuevo y fresco, y con ganas de hacer mil cosas juntos como colegas, llegamos a tener la intimidad de los mejores amigos. Tú lo eras para mí y yo lo era para ti. Nos contábamos hasta lo incontable. Nos protegíamos y nos cuidábamos. Siempre desde la amistad. El refugio de los sentimientos que germinaron después. Tu corazón comenzó a latir mucho antes que el mío. Yo ni imaginaba siquiera lo que estaba por ocurrir. Mi mente y mi corazón pertenecían a otra persona. No existía cabida para nadie más. Ni siquiera como insinuación.

Pero el destino o la vida dando tumbos como siempre me puso todo patas para arriba y me cambió. De mejor amistad a pareja. Dos tontos que sentían algo y no sabían qué.

Muchas semanas de dudas, incertidumbre, incluso un poco de miedo por el resultado. Y finalmente llegó el esperado beso a las 6 de la mañana que giró la llave de la puerta al mundo el que estamos ahora. 365 días de subes y bajas.
Un maremoto de emociones que nos ahoga con cada embestida de las olas. Joder, nosotros bien sabemos lo que hemos vivido en este tiempo. Probablemente el mejor y peor año de nuestras vidas. Como un pozo al que nos hemos acostumbrado, a su oscuridad y humedad. Lo hemos normalizado únicamente porque nos tenemos el uno al otro.

Cumplimos esa maldita promesa cliché de "en las buenas y en las peores". En las puto peores. Y aquí seguimos. "Me dijeron ve a por todas y fui a por ti". No me rindo contigo. No me voy, no huyo. Doy todo y más. Como nunca antes.

¿Estaré loca? Es posible. Pero míranos, cuando el arcoíris le da el capricho de escupirnos su brillo sobre nuestras cabezas, el sol ilumina con más fuerza; nuestras risas se hacen eco, nuestra conexión regresa, todo vuelve. Aunque lo creas irreal, una fantasía irracional... La verdadera realidad ocurre cuando el sol le da por alumbrar la veracidad de nuestra relación.

La oscuridad no deja ver bien lo que hay dentro de ella. Hay que escrutarla con paciencia y cuidado. Como cuando nuestros ojos se acostumbran a la negrura espesa en una noche sin luna en el bosque. Y entonces nos reiremos de nuestra amargura y de nosotros mismos cuando logremos ver en la oscuridad y de pronto se enciendan todas las luces a nuestro alrededor, dejándonos ver la realidad que tanto esperábamos.
Permitiéndonos al fin volver al principio, ese que tanto extrañamos y deseamos.

6 de marzo de 2020

Capturada

Sólo quedaba una flor en el mundo, sobreviviendo como podía. Un chico la vio y corrió a fotografiarla para subirla a Internet. Al marcharse la aplastó mientras contemplaba la margarita guardada en la pequeña pantalla de su teléfono móvil.