9 de marzo de 2020

Reinicio, 365 días

Esta entrada es repetida del mes de diciembre, pero hoy se repite la historia de 365 días de Edén para mí. Ahí va de nuevo, al menos como un dulce recuerdo de amargo sabor.

Nuestra historia de amor es curiosa. Somos como el cliché de las películas cutres de los domingos por la tarde de A3.

Comenzamos siendo amigos, esos que hablan bromas en los grupos de Whatsapp y se ven de finde en finde. Sin más. No sabía nada de ti y tú nada de mí.

Con los meses y las andanzas de nuestro grupo de amigos nuevo y fresco, y con ganas de hacer mil cosas juntos como colegas, llegamos a tener la intimidad de los mejores amigos. Tú lo eras para mí y yo lo era para ti. Nos contábamos hasta lo incontable. Nos protegíamos y nos cuidábamos. Siempre desde la amistad. El refugio de los sentimientos que germinaron después. Tu corazón comenzó a latir mucho antes que el mío. Yo ni imaginaba siquiera lo que estaba por ocurrir. Mi mente y mi corazón pertenecían a otra persona. No existía cabida para nadie más. Ni siquiera como insinuación.

Pero el destino o la vida dando tumbos como siempre me puso todo patas para arriba y me cambió. De mejor amistad a pareja. Dos tontos que sentían algo y no sabían qué.

Muchas semanas de dudas, incertidumbre, incluso un poco de miedo por el resultado. Y finalmente llegó el esperado beso a las 6 de la mañana que giró la llave de la puerta al mundo el que estamos ahora. 365 días de subes y bajas.
Un maremoto de emociones que nos ahoga con cada embestida de las olas. Joder, nosotros bien sabemos lo que hemos vivido en este tiempo. Probablemente el mejor y peor año de nuestras vidas. Como un pozo al que nos hemos acostumbrado, a su oscuridad y humedad. Lo hemos normalizado únicamente porque nos tenemos el uno al otro.

Cumplimos esa maldita promesa cliché de "en las buenas y en las peores". En las puto peores. Y aquí seguimos. "Me dijeron ve a por todas y fui a por ti". No me rindo contigo. No me voy, no huyo. Doy todo y más. Como nunca antes.

¿Estaré loca? Es posible. Pero míranos, cuando el arcoíris le da el capricho de escupirnos su brillo sobre nuestras cabezas, el sol ilumina con más fuerza; nuestras risas se hacen eco, nuestra conexión regresa, todo vuelve. Aunque lo creas irreal, una fantasía irracional... La verdadera realidad ocurre cuando el sol le da por alumbrar la veracidad de nuestra relación.

La oscuridad no deja ver bien lo que hay dentro de ella. Hay que escrutarla con paciencia y cuidado. Como cuando nuestros ojos se acostumbran a la negrura espesa en una noche sin luna en el bosque. Y entonces nos reiremos de nuestra amargura y de nosotros mismos cuando logremos ver en la oscuridad y de pronto se enciendan todas las luces a nuestro alrededor, dejándonos ver la realidad que tanto esperábamos.
Permitiéndonos al fin volver al principio, ese que tanto extrañamos y deseamos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario