Lamento por quien me lee y por mi misma el hecho de solo tener inspiración real cuando estoy en la más absoluta miseria psicológica.
No ando en mis mejores días, es una obviedad explicarlo pero lo hago igualmente. Quiero llorar pero las lágrimas se han secado.
Ahora solo puedo regalar alegrías falsas. Ya los 32 segundos que dura mi sonrisa están acortados.
Un parque solitario con un columpio chirriante, el cielo encapotado y el aire electrizado ahora son la mejor compañía.
Una risa conocida, un repugnante sentimiento de debilidad. Escupe lo que sientes y te sentirás mejor que al decir mil palabras mal sonantes.
Las palabras se te atragantan en la boca. Pulmones encharcados y garganta seca. Me duele el pecho y a duras penas consigo caminar un paso y otro más...
Ayúdame, he olvidado cómo hablar. Me duelen las palabras, las melodías, las dulces caras conocidas del recuerdo oscuro.
Tengo miedo de perderme a mí misma.
Sandra, ¿dónde estás? Estoy perdida. Demasiado tarde.
No me reconozco, mi nuevo ser. Mi actitud ha cambiado, no sé cómo ni cuándo pero tengo miedo.
Como duele mi espalda al cargarte sobre ella.
Os echo de menos, queridos espejismos que extraen el mejor de mis sentimientos. Pura alegría y entusiasmo entre duros chupitos de tequila.
La única difícil decisión será qué tomar en la siguiente noche.
Déjame reírme de tus alabanzas grises, tus consuelos escondidos y tu máscara de sinceridad.
Sácame de este puto agujero en el que estoy sumergida. Estoy en el maldito infierno. ¿Crees que podrás sacarme? Buena suerte, porque ni yo solita logré subir las paredes del pozo. Mis uñas están rotas del arañazo tras arañazo que tiene la pared marcado. No puedo gritar más.
Ahora solo puedes tratar de averiguar si estoy aquí enterrada en vida o muerta y sentada en el banco del parque.
Frustración por este cambio incontrolable. Frustrada por no poder pararlo.
Socorro, no quiero llorar sola.
Auxilio, quiero volver a reír.
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