Han vuelto esas fatigosas sensaciones, esa falta de oxígeno que provoca una desesperación, dejándome al borde de las lágrimas.
Esa incapacidad para reaccionar y pensar con claridad.
También ha vuelto el miedo. El miedo a la vida, a saber que pasará mañana en mi día a día.
Tengo miedo de romperme por una situación amorosa o un descuido amistosos. De romper mi corazón y no recomponerlo.
La inseguridad también quiere volver a mi vida. A espantar mis ilusiones y esperanzas de futuro...
Mi inseguridad, esa que creía enterrada con seguro, quiere volver.
Quiere volver y hacerme caer al infierno de la incertidumbre.
Me refugio en mis palabras, en cambios radicales de peinado, renovando mi armario... Incluso leyendo a destiempo, con los exámenes en contrarreloj.
Es una sensación de vacío que ni el más amoroso abrazo puede hacer desaparecer.
Mis amigos no pueden, mi familia no puede, ni siquiera sé si yo puedo ayudarme a superar este bache que está en medio del camino otra vez.
Sácame de este maldito calvario mental, de mi infierno personal. Quiero salir de mi cárcel artificial. Mi prisión propia.
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