Nos refugiamos en las palabras para evadirnos. Para esquivar el malestar, el dolor que provocan esas sonrisas sinceras e inocentes que no entienden lo que piensas.
Sentimientos caóticos que caen sin control sobre el papel.
El llanto del niño que llevas dentro, te está pidiendo a gritos que dejes al corazón en paz, no lo sometas a más tormento, no quiere soportarlo.
Hay veces que el cerebro nos hace putadas durante la noche y, cuando despiertas en la realidad, desorientado, las emociones que te trasmitió ese sueño siguen ahí. No encuentras palabras para describir tus primeros pensamientos de la mañana. Aún estás desconectado, no sabes que va a ocurrir el resto del día. ¿Volverá ese sueño a atormentarte?, ¿dejarás de pensar en ello?
Quiero ser feliz junto a ese alguien especial, sonreírle de verdad, con mi mayor alegría, mostrarme tal cual soy y darlo todo por ese alguien.
Ese contenedor de amor que volqué en aquel que tanto dolor me hizo pasar, está comenzando a llenarse y eso es algo que me desborda. No sé que pasará cuando esté lleno de nuevo, o si por el contrario debería comenzar a gastar lo que se está formando.
Los textos sin orden tienen algo particular y es que literalmente el autor de dichos escritos expresa lo primero que pasa por su mente, sin remordimientos, sin conocimiento de las consecuencias. Es un hecho curioso que todo lo expresado en esta entrada no tiene orden ni sentido, pero sin embargo es lo más sincero que he escrito en mi vida.

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