Me sentía poderosa, sentada a horcajadas sobre él, sintiendo su corazón bajo la piel de mis dedos. Las palpitaciones aumentaban a cada segundo. Parecía que su pecho se rompería, que el corazón rasgaría la piel, ardiente en deseos de llegar a mí. Me sentía poderosa.
Pero también expuesta, pues su mirada azul me atravesaba el pecho, acelerando mi torrente sanguíneo, provocando ardor en mis mejillas, descontrolando mi respiración. Sus ojos observaban cada uno de mis movimientos, mis expresiones, los rasgos de mi cara, cada curva...
Sentía un análisis completo de mi desnudez. Me sentía expuesta.
Nuestras miradas se cruzaron. La respiración se cortó, breves sonrisas tímidas. Los segundos arañaban el reloj cuando nuestros cuerpos, nuestro mundo, nuestro ser... se volvió uno.
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