El ambiente era frío. La niebla lo empañaba y encharcaba
todo. La luna había desaparecido esa noche, quizás por miedo. El mismo miedo
que sentían los chicos que atravesaban el césped entre la niebla, a oscuras,
vestidos de negro y con pequeñas linternas. Parecían pequeñas luciérnagas
empañadas por suciedad.
Con una palanca, David logró abrir una ventana que daba al
sótano. Uno por uno fueron entrando por la estrecha apertura y caían con un
ruido seco al suelo mohoso del abandonado sótano.
Unas siniestras sombras se formaban en las paredes del
sótano debido a los tenues resplandores de las linternas del grupo.
–He encontrado una escalera, la puerta está abierta –anuncia
Will en voz baja, mientras avisa a sus compañeros con señas de luz.
Las chicas van detrás de Will, y tras Violetta, iba su
hermano Steven y David al final.
El pasillo estaba desierto y únicamente iluminado por las
débiles luces de emergencia colgadas en las paredes, cada cinco metros.
– ¿Qué buscamos exactamente? –preguntó Violetta. La joven
vestía un jersey de lana gordo, de color negro, y pantalón largo de pana, pero
aun así temblaba de frío. O de miedo…
–Algo que delate el extraño comportamiento de los profesores
–le responde su hermano, que iba justo detrás de ella, y le agarró la mano. –Y
la respuesta a la extraña muerte de Kevin.
El pronunciar el nombre del chico le provocó un escalofrío a
su compañero de habitación. Fuera, la intensidad del viento aumentaba y chocaba
contra las ventanas como fuertes empujones.
De pronto, el sonido de algo constante, como el tictac de un
reloj, es notable en la habitación que tenía justo al lado Charlotte.
– ¿Habéis oído eso? –preguntó la joven pelirroja, en un leve
murmullo. Ninguno de sus amigos le contestó, por lo que decidió abrir la puerta
del aula de ciencias.
Will la sigue de cerca, y Violetta justo detrás. David y Steven se quedan fuera
vigilando.
Charlotte se desliza silenciosa, gracias a sus caras
deportivas de color negro y blanco, a través de la siniestra aula. Al fondo de
la estancia, iluminado por la linterna de Will, el muñeco anatómico para las
clases de biología, parecía sonreírles, con unos dientes blancos, grandes ojos
mirándoles con diversión, y una mueca de burla, creada con los músculos de
vivos colores.
Ante tal imagen, Violetta profirió un grito, que fue ahogado
por la mano de Will, provocando la caída de sus dos linternas.
Con dedos temblorosos, Violetta recoge su linterna y la del
mejor amigo de su hermano. El chico le destapa la boca, y la tranquiliza con
palabras dulces al oído.
–Ha parado–anuncia Charlotte. En ese momento, Steven y David
se unen a su expedición por el aula.
– ¿El qué? –pregunta Will mientras comprueba que su linterna
funciona después de la caída.
–El sonido del tictac. Venía de aquí –afirma la chica,
mientras se asoma por la ventana.
–En este aula no hay ningún reloj–corrobora David mientras
examina la mesa del profesor. Cajón por cajón.
Will y Steven intercambian una mirada de terror, y se
acercan más a Violetta, a modo de protección.
La mayor del grupo se aleja de la ventana y examina con
dedos meticulosos todos los muebles del fondo de aula.
David la ayuda, mientras los dos chicos protegen a la
pequeña del grupo.
El sonido de algo metálico siendo arrastrado por el pasillo
se hace notar como un leve zumbido, apenas perceptible.
David y Charlotte detienen en seco su investigación, y con
movimientos de cabeza, Steven y el joven de cabellos de plata se dirigen a la
puerta. Will se queda junto a Violetta, sus manos entrelazadas.
Charlotte trata de abrir la última ventana, con meticuloso
silencio, pero sin éxito, estaban cerradas y otras oxidadas debido a que nunca
se habían abierto.
–Viene alguien –anuncia con susurro Steven, y todo en el
aula es terror, muchísimo terror. David cierra la puerta, silenciosamente, y
los cinco se colocan en círculo en el centro de la habitación.
–No os mováis– ordena Charlotte cuando todos están
colocados, sentados en el suelo, en círculo y en absoluto silencio.
Fuera en el pasillo, el sonido metálico aumentaba. Cuando
estuvo cerca de la puerta del aula donde el grupo se encontraba, la tensión era
notable en el aire, tanto, que costaba respirar.
El horrible sonido continúa hasta el final del pasillo, y
provoca tensión muscular en los cinco muchachos. Violetta notaba todos los
vellos de su piel erizados.
Cuando el ruido metálico desaparece, Charlotte comienza
hablar, temblando.
–David, comprueba que el pasillo está libre, tenemos que
irnos de aquí, no estamos solos.
David obedece a la joven pelirroja y se aproxima a la puerta
silenciosamente. Todos observan sus movimientos desde sus asientos en el duro y
frío suelo de aula.
Cuando vuelve, casi da un traspié, y se sienta con gran
temblor junto a Will.
–Rojo…–es lo único que sale de su boca. Todos sus amigos
observan con terror su pálido rostro y se dirigen a la puerta entreabierta.
Miran al exterior uno por uno. El pasillo está desolador, y
siniestramente lúgubre con solo a modo de iluminación la triste luz de los
focos de emergencia.
En el suelo, donde antes había estado el sonido del metal,
una larga beta roja recorría todo el camino, desde un extremo a otro del
fantasmal pasillo.
Era sangre.
Sí queréis que termine de escribirlo y suba el resto del relato, decírmelo en los comentarios y daré mi mejor esfuerzo para terminarlo completo para Diciembre. PAZ!
Sí queréis que termine de escribirlo y suba el resto del relato, decírmelo en los comentarios y daré mi mejor esfuerzo para terminarlo completo para Diciembre. PAZ!

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