Unos fortísimos porrazos en la puerta hicieron que Steven
saltara de la cama literalmente y fuera a parar al suelo con un duro golpe en
la frente. De nuevo unos porrazos y las
voces de los chicos al otro lado de la puerta.
Con un cansancio extremo se incorpora y se dirige a la
puerta. El reloj colgado de la pared encima del calendario justo al lado de la
puerta indica la hora. Las ocho y cuarto de la mañana de un lluvioso sábado. La
tormenta de anoche aun seguía y el césped comenzaba a encharcarse.
Al abrir la puerta, encontró vestido con ropa normal, ya que
solo se permitía esa vestimenta los fines de semana a David y Will, en
vaqueros, deportivas y camisetas de alguna banda de Rock.
– ¿Qué pasa? – la expresión aterrorizada de sus amigos le
alarma. – ¿Sabéis que hora es?
– Steven – la voz de Will suena extremadamente asustada. –
Kevin, tu compañero de habitación ha muerto.
– ¿Estáis de broma? –ninguno de los dos chicos responde a su
pregunta, creando más tensión. –Kevin lleva en la enfermería dos semanas.
–Steven, le encontraron totalmente chamuscado junto a la
alambrada que separa el internado de la carretera, estaba vestido con el
uniforme e iba sin zapatos. Los profesores han llamado a los padres para
comunicarles la noticia y que vengan a recoger el cadáver. El director ha
declarado día de luto, y nos ha pedido a todos ir después del desayuno al salón
de actos para hablar de lo sucedido.
La cara de Steven mostraba auténtico terror. Apenas había
tenido relación con aquel chico en esos dos meses de curso, pero al imaginar su
cuerpo menudo, chamuscado, quemado, le daban ganas de llorar.
–Vamos avisar a las chicas, vístete, desayunaremos todos
juntos e iremos al salón– dice David mientras tira del cuello de la camiseta a
Will. La mención del desayuno junto con la cruenta escena que Steven tenía en
mente, hizo que se le revolviera el estómago.
Tras un asentimiento, fue a vestirse y casi sin darse
cuenta, se encontraban en el salón de actos, junto a todo el alumnado del
internado Wellen. El director, y la subdirectora, junto a todo el equipo
docente, se encontraban de pie en el gran escenario.
El salón de actos era enorme, y allí cabían todos los
alumnos presentes e incluso sobraban asientos. El grupo de amigos de Steven,
con su hermana justo al lado, quien le agarraba la mano con fuerza, estaban
curiosamente nerviosos.
–Es una pena el suceso que ha ocurrido en nuestra escuela.
El alumno Kevin Lost ha fallecido por causas desconocidas.
– ¡Eso es mentira! Ha muerto quemado vivo al intentar salir
del campus, se ha electrocutado con la alambrada de alto voltaje del límite del
centro –una voz desconocida pero masculina relata los hechos reales al resto de
los alumnos.
Steven se percata de que el director tiene una expresión de
peligro en su rostro. El señor director, Robert, hombre corpulento, de cuarenta
y pocos, y con la altura digna de un jugador de baloncesto. Los ojos verdes
atravesaron como flechas al joven.
–Así es, pero no era necesario crear esa escena en las
mentes de todos tus compañeros, Jorge, gracias por intervenir –Steven notó como
todos los alumnos se sobrecogían con temor ante el tono del director al hablar
y el conocimiento de todos los nombres de aquellos pobres chicos.
El brazo de Violetta tenía los vellos de punta.
–Como consecuencia a este suceso, hemos decidido que se
declare día de luto en el centro –la subdirectora intervino en ese momento,
colocándose junto a Robert para poder conseguir algo de micrófono. –El acceso
de la sala de ocio está restringido hasta mañana. Podéis realizar intercambio
de habitaciones, pero está terminantemente prohibida la entrada al edificio A.
Gracias por vuestra atención.
La subdirectora, Sarah, alta, esbelta, cabello negro
recogido en un espeso moño. Sus ojos azules tan claros que parecían blancos,
analizan con atención todo el salón de actos, parecía que leía las mentes de
todos los alumnos presentes.
Poco a poco, los internados, se dirigen a sus habitaciones.
El grupo de Steven, decidió ir a la habitación de éste.
Fuera, el frío era horrible, para ser solo Noviembre. La
lluvia no cesaba, y el aire estaba cargado de extraña electricidad.
Ya en su habitación, Violetta se abrazaba a la almohada de
su hermano, Will miraba por la ventana, pensativo y taciturno, David estaba
sentado en el suelo contra la pared, mirando las manos que tenía colocadas
sobre las rodillas alzadas, y Steven analizaba las pertenencias de su compañero
muerto. Ropa, videojuegos, un móvil anticuado, y un par de libros de fantasía
épica.
Charlotte había decidido darse una ducha fría antes de ir,
no se encontraba bien, o al menos eso había demostrado su pálido rostro al
salir del salón de actos.
–Todo esto me parece siniestramente raro –comenzó a decir
Will. Todos le miraron con curiosidad. –Fue castigado por tirar basura al
césped, y luego de ir al despacho del director, acaba en la enfermería por dos
semanas.
–Nadie va a visitarle porque no tiene amigos, y a nadie
parece importarle su salud. Y ahora aparece muerto en extrañas circunstancias
al otro extremo del centro–continúa David que se había puesto en pie.
–Y algo aun más raro– todos se giran, reconociendo esa voz.
Charlotte entró vestida con unos vaqueros oscuros, deportivas y un jersey
azulino, su pelo anaranjado se mostraba tres tonos más oscuros, debido a su
ducha. –Está prohibida la entrada al edificio A.
–Entiendo lo de “la sala de juegos”, pero no entiendo lo del
edificio A –añade David, mientras Charlotte se sienta en la cama de Kevin y
Will se sienta a su lado.
–De todos modos, nadie va nunca en fin de semana, ¿por qué
recalcar su prohibición? –la pregunta de Violetta, quien miraba con cara de
pocos amigos a Charlotte, provoca que su hermano intervenga al fin.
–Es como si quisieran que fuésemos, que la curiosidad venga
a nosotros, y tengamos la tentación de ir.
Todos le miran con expresión de complicidad. Todos pensaban
lo mismo. Tenían que entrar.
– ¿Qué os parece está noche? –Charlotte sonríe mientras
formula esa siniestra pregunta.
Will se pone en pie, y Violetta le imita. El joven rubio se
acerca a su mejor amigo, y su compañero de habitación hace lo mismo, los tres
jóvenes se miran sin expresión.
–He leído en internet que será una noche de niebla, pero no
lloverá, el tiempo estaría de nuestra parte –la voz de la joven pelirroja
resuena en el círculo de los tres amigos.
–Y hay luna nueva, o sea ser…–interviene Violetta
acercándose a los chicos. Steven levanta la vista y mira a las chicas.
–Oscuridad total.
Todos se ponen en pie, y se reúnen en círculo. Tras unos
minutos de silencio meditativo, Steven toma la decisión.

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