El timbre vibrante del internado Wellen retumba en cada
esquina del edificio anunciando el fin de las clases. Es viernes.
Los alumnos salen en dirección al exterior en pequeñas
estampidas.
Steven se sobresalta ante tanto ruido desde su asiento.
Había estado durmiendo toda la hora de historia. Da un salto de su silla y se
dirige al pasillo arrastrando los pies.
El pasillo ha quedado desierto en menos de unos minutos, y
solo divisa dos caras conocidas en todo el edificio. Al final del pasillo,
junto a la puerta de cristal de la salida se encontraba Violetta, dando vueltas
alrededor de Will, su mejor amigo. El chico tenía cara de cansancio ante la
constante charla de la niña. Aquella escena arrancó una sonrisa de los labios
de Steven y un poco de brillo en su rostro en toda la mañana.
Al llegar junto a ellos, Violetta cesa su charla y mira a su
hermano con cara de pocos amigos.
-Siempre sales el último, hermanito- la opinión de su
hermana pequeña le traía sin cuidado, y tras remover su pelo como gesto
cariñoso salen al exterior en dirección al comedor para la cena. Eran las ocho
y ya había oscurecido de tal forma que parecía que eran altas horas de la
noche.
Un trueno a lo lejos provocó un escalofrío en su espalda. Se
abrazó instintivamente.
-¿Qué tal te fue el día? – pregunta Will, su mejor amigo
tenía un año menos que él, por tanto estaban en clases separadas.
–Lo cierto es que ha sido bastante aburrido, como
siempre–hace una pausa y mira al cielo nocturno que poco a poco iba
encapotándose. –Los profesores me han reñido un par de veces por dormirme en
clase.
–Eso no está bien, hermanito, debes prestar atención en
clase–Steven mira a su hermana con cara de pocos amigos y le hace un gesto para
que se calle.
–Tu hermano apenas duerme por las noches, Violetta, no te
enfades con él –y era cierto, el joven no había logrado conciliar un buen sueño
durante toda la semana, levantándose cansado todas las mañanas. Ante la mención
de su nombre de parte de Will, la joven se sonroja y asiente como una boba.
– ¿Cómo os fue a vosotros? –pregunta Steven mientras abre la
puerta del comedor. Dentro hay mucho ruido en comparación con el silencio del
exterior.
–Yo he aprendido hoy unas formulas muy complejas en
matemáticas, no las entendía ni el más cerebrito de la clase–comenta Will
encogiéndose de hombros.
–Y yo he sacado un sobresaliente en historia –confiesa
Violetta con una sonrisa de oreja a oreja.
– ¡Enhorabuena! –la felicitan los dos al unísono mientras
cogen su bandeja, y se dirigen a la mesa donde están los demás.
Charlotte está arreglándose el pelo en una trenza y David
está devorando su plato de arroz a una velocidad preocupante.
–Buenas noches chicos, que aproveche–dice Charlotte mientras
se levanta de la mesa sonriendo y va a recoger su postre. Al volver ya todos
iban comiendo el segundo plato.
–Odio esto de los uniformes y estar aquí encerrado, os lo
digo de verdad –confiesa David terminándose el plátano que comía de postre.
–Eso lo dices todos los viernes, ya nos quedó claro –le
recuerda Steven riendo.
El uniforme era gris, y negro. El de los chicos consistía en
una camisa blanca, con una corbata negra, y esto cubierto por un suéter gris,
pantalones negros y zapatos también negros.
El de las chicas era igual salvo que llevaban calcetines
altos y una falda a cuadros grises y negros.
No se podía ir al pueblo, a más de veinte kilómetros de
distancia, y solo se recibía la visita de los padres una vez al mes.
Los alumnos estaban encerrados allí, perdiendo su juventud y
sin poder salir con los amigos.
Los sábados por la noche se permitía el intercambio de
habitaciones. En el edificio A estaban las aulas, en el B la enfermería, baños
masculinos y las habitaciones de los chicos, en el C estaban los baños y
habitaciones de las chicas, y una sala de ocio donde se reunían todos. Había
televisión, juegos de mesa y un reproductor de música. Solo se podía entrar
allí los sábados y domingos.
–A todos nos encantaría salir de aquí, pero sabes que
no–aclara Will, haciendo que todos callaran y se concentraran en su comida.
–Os voy a echar de menos cuando me vaya de aquí, ojalá
pudiera enviaros cartas para deciros que estoy haciendo fuera de estas paredes
de locos –dice Charlotte cortando su manzana en pequeños trozos que saborea con
lentitud. Ella era la mayor y al acabar el año se iría.
–Lo mejor sería que una vez que salgas de aquí te olvides de
toda esta mierda, te lo digo en serio–le dice David, mientras se levanta con
pesadumbre y se coloca bien el suéter.
– ¿Te vas? –pregunta Steven mientras termina su postre.
–Sí, pero os veo mañana temprano en la sala de
juegos–concluye David guiñando su ojo azul. “Sala de juegos” es como llamaba
David a la sala de ocio del edificio C.
Se despide con la mano, y se marcha sin hacer ruido,
esquivando cada una de las mesas llenas de adolescentes charlando con vivacidad
de su aburrido día, y de lo que desearían hacer al salir de ahí.
–Creo que yo también debería irme–comenta Will, que se
levanta despacio bandeja en mano. Nunca tomaba postre, así que por lo general
terminaba el primero. Era compañero de habitación de David, por lo que prefería
darse prisa antes de acabar en el pasillo. –Buenas noches.
Sin despedirse, Violetta se levanta de prisa y va en su
busca justo detrás como un perrito faldero.
–Tu hermana está colada por el rubito ¿eh? –comenta
Charlotte mientras sonríe al ver a Violetta danzar tras él.
–Se le nota a la legua, aun no sabe que Will no está
interesado en ella.
–Lo sé, está interesado en mi –Steven palidece ante aquella
perfecta deducción sobre los sentimientos, no tan bien ocultos de su amigo. –Tranquilo,
haré como que tú no has confirmado mi sospecha con la expresión de tu cara.
Charlotte se levanta de la mesa, se acomoda la falda y se
marcha riendo.
Tras unos minutos, Steven imita a todos sus amigos y se va
con pasos lentos y pesados al edificio B.
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Su habitación estaba fría y vacía cuando llegó. Su compañero
de habitación, un joven flacucho, y enfermizo de la misma edad que él, llevaba
dos semanas en la enfermería después de visitar al director por tirar basura al
césped del jardín principal.
Nadie ha ido a visitarle, ya que no tiene amigos, ni
siquiera Steven, no le veía por allí cuando estaba bien, salvo para dormir.
Se enfundó en el pijama después de una ducha rápida, y se
fue a dormir con la mente totalmente en blanco y el sonido de la lluvia al otro
lado de la ventana.

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