1 de noviembre de 2014

Feliz día de todos los santos

Aquí va la segunda parte de mi historieta, disfrutad!



El timbre vibrante del internado Wellen retumba en cada esquina del edificio anunciando el fin de las clases. Es viernes.

Los alumnos salen en dirección al exterior en pequeñas estampidas.

Steven se sobresalta ante tanto ruido desde su asiento. Había estado durmiendo toda la hora de historia. Da un salto de su silla y se dirige al pasillo arrastrando los pies.
El pasillo ha quedado desierto en menos de unos minutos, y solo divisa dos caras conocidas en todo el edificio. Al final del pasillo, junto a la puerta de cristal de la salida se encontraba Violetta, dando vueltas alrededor de Will, su mejor amigo. El chico tenía cara de cansancio ante la constante charla de la niña. Aquella escena arrancó una sonrisa de los labios de Steven y un poco de brillo en su rostro en toda la mañana.

Al llegar junto a ellos, Violetta cesa su charla y mira a su hermano con  cara de pocos amigos.

-Siempre sales el último, hermanito- la opinión de su hermana pequeña le traía sin cuidado, y tras remover su pelo como gesto cariñoso salen al exterior en dirección al comedor para la cena. Eran las ocho y ya había oscurecido de tal forma que parecía que eran altas horas de la noche.
Un trueno a lo lejos provocó un escalofrío en su espalda. Se abrazó instintivamente.

-¿Qué tal te fue el día? – pregunta Will, su mejor amigo tenía un año menos que él, por tanto estaban en clases separadas.

–Lo cierto es que ha sido bastante aburrido, como siempre–hace una pausa y mira al cielo nocturno que poco a poco iba encapotándose. –Los profesores me han reñido un par de veces por dormirme en clase.

–Eso no está bien, hermanito, debes prestar atención en clase–Steven mira a su hermana con cara de pocos amigos y le hace un gesto para que se calle.

–Tu hermano apenas duerme por las noches, Violetta, no te enfades con él –y era cierto, el joven no había logrado conciliar un buen sueño durante toda la semana, levantándose cansado todas las mañanas. Ante la mención de su nombre de parte de Will, la joven se sonroja y asiente como una boba.

– ¿Cómo os fue a vosotros? –pregunta Steven mientras abre la puerta del comedor. Dentro hay mucho ruido en comparación con el silencio del exterior.

–Yo he aprendido hoy unas formulas muy complejas en matemáticas, no las entendía ni el más cerebrito de la clase–comenta Will encogiéndose de hombros.

–Y yo he sacado un sobresaliente en historia –confiesa Violetta con una sonrisa de oreja a oreja.

– ¡Enhorabuena! –la felicitan los dos al unísono mientras cogen su bandeja, y se dirigen a la mesa donde están los demás.

Charlotte está arreglándose el pelo en una trenza y David está devorando su plato de arroz a una velocidad preocupante.

–Buenas noches chicos, que aproveche–dice Charlotte mientras se levanta de la mesa sonriendo y va a recoger su postre. Al volver ya todos iban comiendo el segundo plato.

–Odio esto de los uniformes y estar aquí encerrado, os lo digo de verdad –confiesa David terminándose el plátano que comía de postre.

–Eso lo dices todos los viernes, ya nos quedó claro –le recuerda Steven riendo.

El uniforme era gris, y negro. El de los chicos consistía en una camisa blanca, con una corbata negra, y esto cubierto por un suéter gris, pantalones negros y zapatos también negros.
El de las chicas era igual salvo que llevaban calcetines altos y una falda a cuadros grises y negros.
No se podía ir al pueblo, a más de veinte kilómetros de distancia, y solo se recibía la visita de los padres una vez al mes.
Los alumnos estaban encerrados allí, perdiendo su juventud y sin poder salir con los amigos.

Los sábados por la noche se permitía el intercambio de habitaciones. En el edificio A estaban las aulas, en el B la enfermería, baños masculinos y las habitaciones de los chicos, en el C estaban los baños y habitaciones de las chicas, y una sala de ocio donde se reunían todos. Había televisión, juegos de mesa y un reproductor de música. Solo se podía entrar allí los sábados y domingos.

–A todos nos encantaría salir de aquí, pero sabes que no–aclara Will, haciendo que todos callaran y se concentraran en su comida.

–Os voy a echar de menos cuando me vaya de aquí, ojalá pudiera enviaros cartas para deciros que estoy haciendo fuera de estas paredes de locos –dice Charlotte cortando su manzana en pequeños trozos que saborea con lentitud. Ella era la mayor y al acabar el año se iría.

–Lo mejor sería que una vez que salgas de aquí te olvides de toda esta mierda, te lo digo en serio–le dice David, mientras se levanta con pesadumbre y se coloca bien el suéter.

– ¿Te vas? –pregunta Steven mientras termina su postre.

–Sí, pero os veo mañana temprano en la sala de juegos–concluye David guiñando su ojo azul. “Sala de juegos” es como llamaba David a la sala de ocio del edificio C.

Se despide con la mano, y se marcha sin hacer ruido, esquivando cada una de las mesas llenas de adolescentes charlando con vivacidad de su aburrido día, y de lo que desearían hacer al salir de ahí.

–Creo que yo también debería irme–comenta Will, que se levanta despacio bandeja en mano. Nunca tomaba postre, así que por lo general terminaba el primero. Era compañero de habitación de David, por lo que prefería darse prisa antes de acabar en el pasillo. –Buenas noches.

Sin despedirse, Violetta se levanta de prisa y va en su busca justo detrás como un perrito faldero.

–Tu hermana está colada por el rubito ¿eh? –comenta Charlotte mientras sonríe al ver a Violetta danzar tras él.

–Se le nota a la legua, aun no sabe que Will no está interesado en ella.

–Lo sé, está interesado en mi –Steven palidece ante aquella perfecta deducción sobre los sentimientos, no tan bien ocultos de su amigo. –Tranquilo, haré como que tú no has confirmado mi sospecha con la expresión de tu cara.

Charlotte se levanta de la mesa, se acomoda la falda y se marcha riendo.
Tras unos minutos, Steven imita a todos sus amigos y se va con pasos lentos y pesados al edificio B.

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Su habitación estaba fría y vacía cuando llegó. Su compañero de habitación, un joven flacucho, y enfermizo de la misma edad que él, llevaba dos semanas en la enfermería después de visitar al director por tirar basura al césped del jardín principal.
Nadie ha ido a visitarle, ya que no tiene amigos, ni siquiera Steven, no le veía por allí cuando estaba bien, salvo para dormir.


Se enfundó en el pijama después de una ducha rápida, y se fue a dormir con la mente totalmente en blanco y el sonido de la lluvia al otro lado de la ventana.

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