4 de octubre de 2012

Teenage Dream- Capítulo 25


Capítulo 25: Las bodas siempre hacen llorar.

Varios años después de la graduación en el instituto...

Alejandro y Sandra habían terminado el instituto, bachillerato y la universidad, salvo que a Alejandro le faltaba un año para terminar su carrera.

Sandra había llorado mucho, cuando se despidió de sus amigas, pero les prometió que algún día, se volverían a ver.

Ahora después de algunos años, Sandra y Alejandro estaban organizando su boda. Los dos iban a llegar vírgenes al altar, para respetar a sus padres. Aunque Alejandro no estaba muy conforme con ello, Sandra si lo estaba.

Ya lo tenían casi todo listo y en unos días la boda se celebraría. La madre de Sandra había organizado una sorpresa a su hija, de ahora 26 años de edad. Invitando a todos sus amigos; María, Marina, Ana, Rocío, Gonzalo, Bruno, Roberto, Lucía, Sara, e incluso a Javier y Carlos, y hasta Pablo, con el que nunca había hablado. Todos sus recuerdos iban a ser recordados de nuevo.

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El vestido de novia era precioso. Un vestido blanco, palabra de honor, con flores de encaje de color beige. Su pelo iba a ser recogido en un moño con unos rizos sueltos y un precioso pasador de flores doradas. Un ramo de rosas y tulipanes iba en sus manos, mientras camina lentamente, y una de sus primas lleva los anillos acompañada de un niño del que Sandra no sabía nada. Su padre, dotado ya de algunas canas, y muchas arrugas en el rostro, la acompaña del brazo hacia el altar.

En el fondo de la iglesia, en un altar, en donde había un cura y un chico rubio ataviado con un elegante traje negro y blanco, la esperaba con una gran sonrisa.

El llegar al altar, la música cesa y con sus manos algo sudorosas, Sandra agarra la mano de Alejandro. Un Alejandro ahora mucho más maduro que años atrás. Un Alejandro de 27 años, responsable y todo un hombre.

La ceremonia comienza y se resume en, algunas palabras sacadas de la biblia, los votos clásicos de las bodas. Levantar el velo y un precioso beso. 

Al finalizar la ceremonia, todos los esperan en la puerta. Sobre unos Alejandro y Sandra, sonrientes, felices y eufóricos, caen pétalos de rosas, y algo de arroz.

Llega la hora de lanzar el ramo, y Sandra lo hace con una energía de película. El ramo de Tulipanes y Rosas, sale disparado en el aire, y cae en manos de una Sara más adulta, ataviada con un precioso vestido verde. A su lado, un chico extranjero (probablemente Noruego), de un nombre algo raro, le sonríe, al ver el ramo en su mano. “Es la próxima en casarse”. 

Todos están allí, todos a los que Sandra añoraba. Su infancia esta allí, aunque falta alguien... Daniel.. Pero, para ella, es como si Daniel estuviese allí, un Daniel de solo 15 años para siempre, allí parado, con un traje celeste, y una corbata mal colocada, aplaudiendo sonriente, mientras detrás de esa sonrisa oculta, una tristeza increíble.

Sandra sacude la cabeza por un instante y vuelve a sonreír. Agarra la mano de Alejandro y se meten en el coche descapotable de los años cincuenta. 

Y saludando se alejan de allí, pero solo, para seguir continuando la celebración...

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En un Salón de Bodas, donde suena música de orquesta, mientras los novios entran, todos sus parientes, amigos y conocidos están presentes. Todos sonrientes, mientras dirigen a los novios a su mesa en el centro de todas. Los padres de Alejandro y los de Sandra, están sentados allí , conversando entre ellos. También esta la hermana de Alejandro, Belén, que se pasaba el tiempo, yendo y viniendo de la mesas de los niños,para cuidar de su pequeño Rafa, y ahora estaba embarazada de otro niño, que se llamaría Luis, igual que su padre.

Como era de esperar, los novios abrieron el baile, con un vals romántico, y los dos bailaban de un modo, que parecían que lo habían ensayado todo.

La boda finalizó cerca del amanecer, cuando ya todos los niños estaban durmiendo en sus carritos, los ancianos daban cabezadas en el aire y la mayoría de los hombres, se terminaban su última porción de alcohol del día.

Los regalos apenas cabían en el maletero de los coches de los padres de Sandra y Alejandro. 

Sandra seguía con el vestido de novia, y se despedía de sus amigos, una vez más, antes de montarse en el coche nuevo de Alejandro, en dirección al aeropuerto, para comenzar su luna de miel.


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Mar, sol, playa, piscina, un hotel de lujo, y estar con tu pareja. ¿Que más se puede pedir? Sandra no podría pedir nada más. 

Dos semanas enteras para ellos solos, con todo pagado, y relax absoluto. Una de esas noches, los dos caminando agarrados de las manos por la playa nocturna. Se tumban en la arena y tras varias frases románticas y alguna que otra broma, la costumbre de las lunas de miel, se cumple.

La primera vez de ellos dos fue como cualquier otra. Manos inexpertas y temblorosas, besos, caricias y abrazos, entre susurros persuasivos, hasta que el fuego de la pasión amorosa, se apodera de ellos, y pasan la mejor noche de toda su existencia. Tapados con toallas, ven el amanecer, mientras se sonríen mutuamente y siguen disfrutando de la luna de miel, relajándose a la tenue luz rosada, del amanecer, y Alejandro le susurra a Sandra su clásico “Buenos Días,princesa”.

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Después de esa noche romántica, hubo otra, y evidentemente, se hicieron más repetitivas y con mayores conocimientos.

Claro que, después de todas esas noches románticas, hubo lo que se dice, un despiste, y al cabo de nueve meses, un niño nació, al que siguieron una niña y finalmente otro niño más.

Felices vivían los cinco, en una casa preciosa, en el pueblo natal de Sandra y Alejandro. Sus hijos cursaban primaria en el mismo colegio que sus padres, y cada vez que los llevaban, los dos contaban anécdotas de cuando iban allí. Y cuando llegaron a Secundaria fue peor, ya que Sandra se puso a llorar más de una vez, al recordar a Daniel.

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No todo era felicidad, Alejandro acabo enfermando cuando cumplió los 58 años, y murió poco antes de cumplir los 70. 

Sandra lo pasó mal, pero siempre decía que Daniel le hablaba diciéndole que Alejandro estaba con él, y que se encontraba bien. Sus hijos estuvieron a punto de encerrarla en un manicomio, pero no lo hicieron porque la querían mucho, y lo dejaron estar.

Lo que si era seguro, es que, tanto Daniel, como Alejandro, permanecerán para siempre en los recuerdos de esa joven niña que pasó los mejores, aunque también los peores momentos de su vida a lo largo de su juventud, desde que vio a Alejandro en aquel comedor, aquel caluroso verano, a sus cortos 11 años... 

Pronto el Epílogo, no os lo perdáis :)


2 comentarios:

  1. No me gusta el final, cámbialo, te lo ordeno, vasalla.

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    1. Que ese no es final, falta el epílogo y el final "alternativo".

      Espera un poco hija! Aparte que este capitulo lo hice corriendo y sin ganas, lo admito...

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