18 de agosto de 2019

¿Duele el corazón?

Julia se preguntaba cada vez que veía a su novio triste si el corazón podía doler, ya que está demostrado científicamente que los órganos como tal no duelen.

Pero ella sentía que su corazón se retorcía cada vez que veía sufrir a la persona que más quería en el mundo, como si estuviesen clavándole a ella misma unas agujas en el costado, esa zona más delicada del lateral del cuerpo humano.
Unas caricias, unos besos, la simple compañía podía aliviar un poco el calvario, nada era suficiente. Julia siempre quería dar más y más, por mínimo que fuese el detalle.

La otra persona sufría su propio martirio agotador y Julia no podía penetrar en él. Era como una burbuja de oscuridad que ella veía desde el exterior. Quería pincharla con un alfiler o introducirse en ella para rescatar al prisionero del infierno personal que aguardaba la esfera negra. Pero era imposible. Y ella lo sabía, pero el corazón le dolía más y más en cada intento frustrado de entrar en el infierno a salvar el alma de su persona amada.

Paciencia, tiempo, no poder hacer nada. Estos eran los mensajes que Julia debía grabarse con fuego en la mente. Pero, ¿quién puede quedarse de brazos cruzados mientras tu persona querida sufre delante de tus narices? Julia sólo buscaba soluciones, por donde fuese, con los actos que hiciesen falta para calmar el dolor ajeno...

Unas caricias en el pelo bastaban para calmar una respiración agitada. Adormilar a una mente inquieta... Y luego nada. Sólo un corazón intranquilo, nervioso, preocupado, mientras las manos bailaban sobre la piel desnuda del ser amado ahora dormido. Una breve pausa de la tempestad de su mente y la oscuridad de sus pensamientos. Un pequeño descanso del infierno. Ese mismo inframundo al que Julia no podía descender y debía protegerle desde fuera, desde la superficie -por muy frustrante que fuese-, hasta que él mismo pudiera ascender por la empinada pendiente y escapar del agujero. Era un camino difícil y lento, pero un camino igualmente, con una línea de meta.


Ahí estaría ella, con la mano extendida para ayudarle a dar el último paso antes de salir completamente del foso. Ahí estaría ella, con el corazón doliendo, pero latiendo impaciente, enamorado y esperando.

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