14 de febrero de 2019

Sin rumbo

Estoy en una época de mi vida que me reconozco a mi misma como perdida. Estresada, paranoica, sin salida, con pensamientos ocupados y vacíos al mismo tiempo. No sé reconocer mis propios sentimientos, no sé reflejar mis pensamientos.

La música es un refugio, pero no es eterno. La lectura es una fuga de escape pero siempre me topo con una pared cuando cierro las páginas. La escritura finaliza cuando mis dedos son incapaces de expresar nada. Nada es útil. Me mantengo ocupada, pero me estreso al mismo tiempo, pues como dice mi mamá, "esta niña pretende abarcarlo todo" y es cierto. A veces demasiado, hasta el punto que me autocastigo por no poder llevarlo todo por delante, con este metro y medio que arrastro con la cabeza hecha un ovillo de lana revuelto.

No tengo ansiedad, pero tampoco estoy relajada. No tengo insomnio, pero tampoco duermo bien. No tengo taquicardia, pero siento el corazón ir a mil aún así.
Mis emociones no tienen un camino que recorrer. Vagan sin rumbo, sin un destino con el que toparse y un hogar al que regresar cuando se asusten.

El invierno se está volviendo doloroso, intenso y largo. Muy largo.
El lema que tengo como mantra de una youtuber a la que sigo es Yo puedo con todo y esto incluso lo acompaña una canción que se hizo para ello en concreto, pero siento que tampoco funciona cuando le doy al play en mi móvil.

De nuevo, mi cabeza quiere estar ocupada, pero me agobia que no sirve. He conseguido llenar mi agenda diaria, he conseguido colmar mi mente de actividades diferentes: deporte, facultad, clases de inglés, lectura, escribir mis novelas, viajes en tren y autobús, comer en la universidad... Pero nada es suficiente. Solo llevo una semana con estas rutinas y ya quiero meterme en la cama y no salir de ella.
Ocupé mi espacio vital, rellené las 24 horas del día, pero, mis pensamientos maliciosos siguen ahí, impidiendo que disfrute del día, impidiendo que me centre en las múltiples actividades en las que yo misma me metí de lleno por voluntad propia.

Tengo miedo. Me siento en un bucle que gira sin mi permiso. Quiero abrazar y no puedo. Quiero decir mil cosas pero tampoco sé expresarlas. Adoro mi idioma, el español, por su amplia gramática, extenso vocabulario para decir veinte mil cosas, pero ahora no me sirve de nada. Me encuentro en un camino lleno de baches pero liso a la vez, que muestra agujeros oscuros y temo tropezarme con uno de ellos y llegar, de nuevo, a un pozo sin fondo. A un sendero sin rumbo.





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