De verdad que últimamente me siento en una nube de monotonía gris. Me siento rota, triste, vacía, sola, desorientada, confusa... a ratos. Otros ratos me salen las carcajadas del fondo de mi garganta, sin saber siquiera cómo es posible que surjan. Pero ahí están, con esa sonrisa grande y alegre que adorna mi cara de boca pequeña y dientes enormes. Esa risa que según mi amiga dura más que en ninguna otra persona en mi rostro.
Hacía muchísimo tiempo que no me sentía así, sola rodeada de gente. Siento que mi alrededor se desmorona, mi círculo cerrado está comenzando a abrirse y todo se aleja, como un rebaño que escapa por una valla rota. Relleno mis días con actividades que me dejan exhausta. Pero no me rindo, me levanto cada mañana con ojeras enormes.
Las semanas pasan lentas, las horas arañan el reloj. Escuchar música se ha vuelto un hábito que excede el significado de la palabra "diario". Trato de evadirme con las melodías, con las caminatas, con las series, hablando en otra idioma en clases de inglés... Pero cuando llego a casa, mi cabeza empieza a zumbar y la desolación acude de nuevo.
He pensado que escribir debería servirme para aclarar mi mente. Resulta que todo el mundo coincide conmigo en que es una buena fuga de escape, aunque no siempre funcione.
Los pensamientos tristes vuelven a mi cabeza cuando espero a que el sueño acuda a mí cuando me tumbo en la cama cada noche. Tras una madrugada amarga, me despierto temprano para ir a clase sin ganas de no hacer otra cosa que dormir, pero no puedo. Me fuerzo, me levanto, me lavo la cara y me marcho hasta la tarde que llego a casa, pero siempre por tiempo limitado, pues enseguida ando de nuevo en la calle haciendo otra cosa.
Ya ni en el deporte me consuela, pues no encuentro minutos para hacerlo, pero me animo un poco ir y venir caminando de un sitio a otro.
Mi cabeza es como una olla de agua hirviendo a punto de desbordarse y nadie parece estar notándolo salvo yo. Tengo miedo de salpicarle a los que más quiero, pues ya de por si están alejándose poco a poco, fuera de mi control. Me muerdo los labios del puro nerviosismo y no paro ni siquiera cuando noto el sabor metálico de la sangre inundándome el paladar.
Me auto aconsejo para tranquilizarme, pero no sirve nada. Me encierro en la lectura y los estudios y al menos, por unas horas, siento paz. Cierra los ojos y lo sentirás.
ATTE:
No hay comentarios:
Publicar un comentario