Yo que di todo y más por ti, con dificultad para expresarlo (no lo niego), faltaron más palabras cargadas de cariño, más abrazos en la cama, más besos en la frente, pero siempre estuve presente. Mirando desde la distancia quizás, una distancia que hoy me consume en mi purgatorio mental, allí donde me castigo una y otra vez por no haberlo hecho mejor.
Perdóname, amor, ahora la espina en la garganta, el nudo en el pecho, la culpa corroyendo mis entrañas...Es todo lo que queda del amante que un día fui para ti.
Me arrastro por los bares buscándote con la mirada, detrás de las botellas de ron. Las empino de una sentada cuando te veo llegar a nuestro bar de la mano del muñeco inerte, como una figura de acción que se regalaban a los niños de antes.
Perdóname amor, por no saber quererte. La ruptura silenciosa ahora dejó ruido en mis oídos; la lentitud de tu indiferencia; la aparición del desamor, atraviesa a mi colchón frío, ese al que le va desapareciendo tu olor. Tu dulce aroma, tu fragancia corporal. Tu suave piel se va deshaciendo en el recuerdo de mis manos.
Quizás te sorprendas si me ves a llorar cuando te veo llegar, pero “aunque tú no lo sepas”, te echo de menos y “me rompo cuando tengo que admitir” que fui el culpable de este final abrupto. Te echo de menos y por ti no dejo de suspirar.
Todas las canciones suenan como si tu voz las entonara. Todos los paisajes los observo a través de tus ojos. Todas las aficiones que compartimos sin yo saberlo, ahora son mi monotonía diaria. Una rutina forzada para tenerte presente aunque sea a través de gustos comunes que ya son inútiles.
Perdóname amor, que estúpido fui. Tus labios ya no me besan de forma continúa. Me flagelo por no haberte saboreado más entre mis brazos. Por no haberte contemplado en tu hermosa desnudez. Que idiota fui por no mirarte a tus ojos vidriosos debido a mi ignorancia absurda.
No te culpo, mi amor, por no ser ni una cicatriz para ti, puesto que tu corazón se fue apagando y el dolor corrompió al amor. Frágil sentimiento que murió. Y yo no me esforcé en alimentarlo. Ese fuego pasional que a todos consume pero que puede desaparecer al final.
Eso fue lo que ocurrió entre nosotros. Y como lamento mi fallo, mi error fatal. Perdóname amor, por no saberte amar.
Al no recibir el cariño que nunca te di, tu sonrisa se fue cerrando para mí.
Creo, amor, que nunca te merecí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario