A cualquier rincón del cerebro.
Desactivar la mente es complicado pero desactivar el corazón es aún más.
Escuchas música, ver películas, series, videos… Lo que sea no te ayuda en nada, no sirve en absoluto porque cualquier imagen, cualquier canción hace que recuerdes todo eso que te hace daño.
Las ganas de llorar asoman por detrás de tus ojos y se ocultan tras la sonrisa que le muestras al mundo.
Una felicidad fingida, como una máscara inexpugnable. Te creas una coraza, para evitar que alguien entre y sufras más. Sabes que te harán más daño los pensamientos propios, pero aun así prefieres encerrarte en tu búnker mental e ignorar el exterior.
No podemos mejorar de un día para otro tras una fase de dolor, de duelo. Siempre se ha dicho que va por fases, pero es jodidamente difícil seguir adelante tan deprisa.
La paciencia es la clave del éxito, siempre se ha dicho y siempre se dirá.
Un sueño prematuro, absurdas ganas de comer de manera exagerada, o por el contrario ningún apetito que te hace estar días y días sin probar bocado.
Crees estar curada, haberlo superado, ser feliz otra vez, ocultar los sentimientos, apaciguarlos…
Pero no es hasta que estás sola en casa, sin absolutamente nada que hacer cuando el dolor vuelve, persiste, te aplasta con su pie enfundado en botas de metal.
Pero te digo que es una absurda ilusión que crea tu mente para apaciguar el dolor, detener las lágrimas, el dolor en el pecho, ese que no te deja respirar y te agobia por las noches cuando intentas acallar el insomnio de las madrugadas frías y tristes repletas de recuerdos mirando al techo.
No te desanimes, hasta las fases de tristeza terminan en algún momento. Mientras tanto podrías alegrarte un poco y mostrar esa sonrisa al mundo a cambio de pensar en un futuro mejor, ese donde no haya calvarios, no haya ojos ardientes en deseos de derramar lágrimas cristalinas.
Ese en donde tus ganas de vivir y comerte el mundo regresen otra vez.
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