6 de diciembre de 2012

Encrucijada de Lágrimas- Capítulo 19

                                                                   >19<
Patricia lleva el camisón de lino típico de las señoras mayores cuando están listas para ir a dormir. Enjugo mis lágrimas y sonrío al verla.
—Patricia, buenas noches—hago una reverencia levantando mis faldas. Patricia lleva su castaño pelo recogido en una trenza que le llega a la cintura.

—Hola Julia, parece que tenéis frío. Iros pronto a dormir y abrigaos bien. No queremos que se resfríe, ¿verdad?—. Una dulce sonrisa de madre que aconseja a su hijo pequeño es la que me muestra ella.
El recuerdo de mi madre con esa misma sonrisa cuando aprendí a hacer mi propio pan, me abruma y evito la mirada de Patricia.
—Lo tendré en cuenta, si quiere ver a su hijo, está en la azotea, subiendo unas escaleras estrechas por este mismo pasillo—aprieto los labios y paso a su lado— buenas noches.

Continúo mi camino a paso ligero para llegar pronto a mi habitación. Al llegar cierro la puerta y echo las cortinas.
En la oscuridad me quito toda la ropa y me pongo el camisón de lino. Dejo mi pelo negro recogido en una trenza de espigas y sobre el fino camisón me pongo mi bata.

229
Descalza vuelvo a salir al pasillo y en la oscuridad con la ayuda de palpar las paredes llego de nuevo a las escaleras que dan a la azotea.
Se oye un estruendo desde arriba, así que evito subir y voy a la cocina de la mansión.

Como deprisa pero saboreando la sopa que Rubén me pone por delante mientras ayuda a Clara a colocarse un delantal. Sonrió débilmente sin malas intenciones al ver tan inocente escena amorosa.
***
Tras lavar mis dientes y ahora, con las luces del pasillo encendidas, vuelvo a las escaleras. Esta vez subo sin preámbulos pero la presencia de cierta persona me hace entrecerrar la puerta y esconderme tras ella.
El gobernador Andrés estaba plantado delante de Patricia y la miraba con dulzura. Evito el más mínimo ruido, tanto que disminuyo la velocidad de mi respiración y me apoyo en la pared, sentada en uno de los escalones mientras observo la escena y diversas preguntas se vienen a mi cabeza.
¿Qué hacía Andrés aquí?, ¿conoce a Patricia?, ¿sabrá que Delf y yo nos escondemos aquí?, ¿qué pasará ahora?, ¿se llevará a Patricia de nuevo a la celda? —Andrés, deja a mi hijo de una vez. Deja de atormentarlo, y a mí también. Dejadnos en paz— suplica Patricia mientras extiende las manos a modo de súplica.
230
—Patricia, yo te amo y por eso no puedo dejarte. Tu hijo me trae problemas y no me gustan los problemas— se defiende Andrés mientras se acerca más a ella.
—Si me amas, dejadme ser feliz, y mi hijo no es ningún problema para ti. Eres el gobernador, tú tienes otros problemas distintos, y el principal está en tu cabeza—. El gobernador pareció disgustado ante estas palabras —.Y yo no te amo...

—Antes si lo hacías, cuando eras mi amante y me veías todas las noches.
—Hasta que me di cuenta que estaba haciendo mal y tú, por tu orgullo me encerraste en una celda mohosa en la que estuve más de tres meses—exclama Patricia con tono enfadado.

—Y deberás volver allí, si no eres mía no puedes ser de nadie—la frase retumba una y otra vez en mi cabeza. ¿Pensaría lo mismo Eduardo... o Delf?
—Eres un engreído, un avaricioso, y estás loco—los adjetivos que Patricia le atribuye no parecen afectarle, porque este se acerca e intenta besarla pero la mujer lo esquiva.

—Debí traerme un arma—susurro mientras toco mi muslo pero no noto mi cuchillo, solo la llave que sigue atada a mi pierna, allá donde vaya.
—Soltadme Andrés, no quiero nada con usted—Patricia rechaza negativamente las caricias del caballero ambicioso, y acaba por soltar lo que no debía —se que tenéis algo que no os pertenece...

231
—¿A qué os referís Patricia? —pregunta Andrés con un tono entre confuso y temeroso.
—Al tesoro de los Beltrons —al pronunciar aquellas palabras, mi corazón se detiene por un segundo al ver el rostro de sorpresa de Andrés.

—¿Que sabéis de él?
—Que le pertenece a una joven que lo anda buscando y que tú tienes el cofre en tu poder—. ¿Cómo sabía eso Patricia? Se lo habría contado Delf. Era lo más probable.
—Yo haré lo que queráis si aceptas hacer lo que yo desee—la propuesta no parece agradar a Patricia, aunque duda durante un instante.
—¿Dónde está el cofre?—pregunta. Una pregunta que toma por sorpresa a su señoría.
—En mi palacio, bajo la protección de mis mejores hombres y en un joven que he puesto mi total confianza —la mención de ese joven misterioso hace sonreír al gobernador de nuevo.
¡Él ha tenido el cofre todo este tiempo! .Los chicos que vimos amigos de Eduardo en las catacumbas debieron llevárselo. Probablemente, Julián no estuviese de acuerdo y por eso acabó encerrado.
—Muy bien, haré lo que queráis—acepta Patricia mientras se acerca y le besa.
¿Qué demonios hace?, ¿va a aceptar de verdad?

232
Reconozco la misma maniobra que había hecho yo con Eduardo. Patricia estaba empujando al gobernador, sin que este se diese cuenta, al borde de la azotea.
¿Pensaba matarlo y ya está?, algo andaba mal. —Pero...a cambio de este beso, pedid perdón por hacerle eso a esa chica, por mi hijo, por arruinar a mi marido y... por mí—exige Patricia ahora, con tono amenazante.

—Perdonadme—se lamenta Andrés, quizás hasta de corazón.
—Ahora podrás ir junto a Dios en paz—.El gobernador muestra confusión ante esta frase y le lleva un segundo entender la situación.

—Maldita seas, zorra—replica Andrés mirando a Patricia con odio.
Pero para cuando se da cuenta, su cuerpo ya se balancea al precipicio y cae al vacío sin hacer ningún sonido desde ahí.

Me pongo en pie y empujo la puerta. Patricia se gira a mirarme y la veo llorando y hace un gesto de arrepentimiento antes de que saliese corriendo a mis brazos y yo la abrazase.
***
De nuevo en el despacho de Sofía. Sigo en camisón, y Delf acaba de llegar vestido solo con unos pantalones. Abraza a su madre y se quedan así durante un rato hasta
233
que Sofía, en bata de algodón y un gorro a juego con su pijama, comienza a hablar.
—¿El gobernador a muerto a tus manos, Patricia?— pregunta Sofía.

—Lo siento Sofía. Me iré de aquí para no daros problemas...—Patricia se aparta de su hijo y se pone de rodillas delante de la anciana y le besa las manos.
—No me importa que os quedéis, he tenido problemas mucho peores que este—dice Sofía ayudándola a levantarse—pero matar al gobernador, es muy grave... —Lo siento mucho—Patricia rompe a llorar y al segundo Delf está a su lado, acurrucándola en sus brazos.

—Madre no te preocupes, no te pasará nada...
—Yo te protegeré—digo yo, interrumpiéndole sin darme cuenta. Delf me mira con cara de confusión y luego atiende a su madre de nuevo.
—Gracias hijo, gracias Julia, pero no quiero dar problemas—Patricia se desprende de su hijo y se dirige a la puerta.
—Espere Patricia, yo arreglaré esto, después de todo, pertenezco a la tercera familia más rica del país—esta confesión me deja sin habla pero me recupero en el momento que una idea se viene a mi mente.
—Patricia, usted podría quedarse aquí con Sofía y ella la ayudará a salir de esta sin problemas, no se preocupe —aclaro antes de presentarles mi idea—Delf y yo

234

saldremos al amanecer en dirección a palacio para recuperar el cofre y volver aquí sanos y salvos.
—Está bien, tenéis mi permiso— dice Sofía mirándome seria y asintiendo.

—Pero yo no—la voz contraída por las lágrimas de Patricia me confirma una negación de su parte—es muy peligroso.
—Patricia, usted conocerá a su hijo mejor que yo, pero yo conozco lo suficiente a la nieta de mi prima para decirle que está chica y su hijo forman un gran equipo —dice Sofía a la defensiva y sonriendo posteriormente. Patricia nos mira a todos, uno por uno, analizando nuestros rostros y al final con un simple movimiento de cabeza da su permiso con un leve asentimiento. 


3 comentarios:

  1. OOOHHH MIII POBRESHITOOO DELF(INO)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No lo llames a sí, o tendré que inventarme un nombre para tu William.

      Eliminar
    2. ¡CON MI WILL POQUITO EH!

      Eliminar