El miedo nos ayuda a este propósito, sobrevivir. Nos activa, nos hace movernos, nos hace actuar para sobrevivir, para continuar la aventura mientras sigamos respirando.
Pero también provoca ansiedad, agobio, confusión, espesor mental. Te cuesta pensar, te cuesta hacer algo, como hablar.
Apatía, llanto, desesperación, angustia, tristeza. Llega el miedo de nuevo, quieres decir algo pero las palabras no salen, se quedaron atrapadas en el fondo de la garganta. En el pecho, el corazón empuja con fuerza con afán de boxeador, golpeando la piel a puñetazo limpio.
Te sientes inútil, tus palabras caen en saco roto. ¿Hablamos? No, gracias.
Clávate las uñas en la palma, muérdete el labio hasta notar el sabor metálico de la sangre en el paladar. Sigue, el dolor te distrae. No te olvides de respirar, no dejes que el miedo te asfixie. Te cansas, tienes sueño. Solo tienes ganas de desconectar de todo. Sácame de aquí. Quiero sonreír, la cabeza me presiona las sienes.
Todo esto son frases sin sentido alguno, sin orden ni argumento, pero están presentes en mi cabeza. Quiero respirar, es lo único que sé. Quiero ser útil, quiero dejar de tener miedo y comerme el miedo de los demás.
El ser humano es demasiado idiota, y se deja ahogar por la paranoia, por la desesperación. ¿Qué podemos hacer? Esperar. Espera sentada y sobre todo, respira.
Respira con el miedo.
ATTE:
No hay comentarios:
Publicar un comentario