22 de noviembre de 2018

Café frío

La espuma decorada con un corazón de canela se tambaleaba dentro de la taza de porcelana blanca impoluta con una rosa aún más rosada adornando la vajilla.
Agarro con cuidado el asa y me lo llevo a los labios. El sabor amargo del café con el dulzor de la leche y la magia de la canela hacen su trabajo en mi paladar.


No puedo evitar mirar mi reloj una octava vez desde que estoy aquí. La cafetería no está muy concurrida para ser las cinco de la tarde de un jueves. Debe ser por las nubes negras que se acercan en la distancia. Aunque yo vendría incluso más seguido aquí si lloviese fuera. 
Veo a la camarera de tez pálida y cabellos rubios atados en una coleta alta moviendo un trapo en la barra y recogiendo en una bandeja los tazas vacías. Se percata de mi mirada y me regala una sonrisa. Yo se la devuelvo y aparto los ojos con timidez. 

Busco en mi bolso negro, regalo de mi madre por mis 22 años, el móvil que no había dejado de sonar en toda la mañana pero que ahora estaba extraña y tristemente silencioso. Ni un mensaje. La conversación sigue intacta, sin modificaciones.

Daniel(15:36): nos encontraremos en la cafetería de siempre
Cris(15:37): estaré en la mesa del fondo, donde nos vimos por primera vez, ¿recuerdas?
Daniel(15:39): claro que me acuerdo :) Allí estaré a las 5
Cris(15:40): ¡Genial!
Cris(16:45): parece que voy a llegar antes jajaja
Cris(16:57): ¿te importa que me pida algo antes? Estoy sedienta
...
Decido lanzarme de lleno sobre el teclado y me trago mi orgullo mientras escribo:
Cris(17:10): No quiero meterte prisa pero...¿dónde estás?

Tiro el móvil con violencia dentro del bolso y le doy un sorbo bastante grande al café, quemándome la lengua. La camarera me observa extrañada desde su lugar en la barra. Le dedico una sonrisa de tranquilidad mientras me limpio con una servilleta de Café Lulú.
Daniel tenía un hermano pequeño, de 11 años. Y él, como era mayor, rozando los 25, tendría que ocuparse de él y por eso estará ocupado.
O eso es lo que quiero creer. Aunque preferiría bajar de mi nube y darme una torta contra la realidad. Una realidad que no me gustaba y era que Daniel era mi ex de una relación de 3 años que no acabó bien y seguramente no querría saber nada de mí.

Y allí estaba yo, esperando como una boba a que un espejismo de cabellos cobrizos con rizos en la nuca entrase entre abrigo y bufanda, envuelto hasta la nariz como él solía ir en días fríos como estos. Era tan friolero que desde Octubre buscaba los chaquetones más gordos del armario.
Que tonta soy. El móvil vibra mientras apuro el café y la taza sonó como si se hubiese hecho añicos. Así como estaba yo en esos momentos.

Daniel(17:33): Lo siento Cris, no podré ir. Me ha surgido un problema
Cris(17:34): ¿Todo bien? Puedo esperar...

Mi yo interno se araña la cara ante tal proposición humillante. Soy tonta de remate... pero qué esperar si hace solo 6 meses que rompimos y yo fui la dejada...El móvil vibró de nuevo y noté como la sangre me llenaba los oídos y me impedía oír la música de jazz que sonaba preciosa por toda la cafetería, inundándola del ritmo del saxofón. 

Daniel(17:37): Vete a casa. Ya quedaremos otro día...
Escrbiendo...
---
Escribiendo...
Daniel(17:39): A mi novia se le averió el coche y tengo que ayudarla.

Casi se me cae el móvil de las manos y antes de que me diese cuenta tenía a la camarera, enfundada en su delantal negro, delgada como una top model y unos labios rojos preciosos que se entornaban preocupados, igual que sus ojos almendra, a mi lado.

-¿Estás bien? ¿necesitas algo?

No comprendía el porqué de su preocupación y la miré extrañada, quizás con una mirada tan desconcertante que la chica, que había estado casi a 30cm de mí, se apartó bruscamente.

-Estás llorando.

Sólo entonces sentí el dolor. Fue como cuando el médico te clava una aguja y tú giras la cara para no verlo. Sabes que va a doler pero igualmente te sorprende porque no sabes cuando llegará ese dolor. Fue igual que cuando te duele el pecho porque "te pones muy nervioso/a" como dice mi madre. Pero más fuerte.
Sólo entonces comprendí que había sido una boba, una estúpida esperanzada para nada. Una cría de 5 años enamorada de un cantante al que jamás vería si no era en la portada de una revista o un programa de televisión.
Sólo entonces me di cuenta que mi corazón no estaba sanado, solo tenía unos puntos bien frescos cerrando una herida profunda que, yo misma, acababa de abrir.

Sólo entonces vi que mi taza seguía llena y el café estaba frío.







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