Una chica con la sonrisa de plástico. Inmóvil e intocable.
Una chica que nunca lloraba en público, acabó llorando delante de un gran numeroso grupo de personas desconocidas.
La música de la fiesta no le llegaba. La gente a su alrededor bailando le molestaba. Quería salir de allí cuanto antes.
Las lágrimas le presionaban los ojos, ardiéndoles. No, no era el maquillaje que la había irritado los párpados. Era la ansiedad acumulada que amenazaba con salir en forma de explosivo.
Y así fue. Salir de aquel enjambre de cuerpos danzantes y melodías ensordecedoras la sacó de su burbuja y la bomba estalló en su cara.
El rímmel corría por las mejillas como ríos negros. Los labios rojos se le hincharon por las comisuras y los ojos derramaban lágrimas de fuego.
La respiración acelerada la estaba ahogando y quería escapar. Huir algún lugar escondido bien lejos de allí. Lejos de ruido, de la gente y de las falsas risas que resonaban por las calles.
Esta es la historia de una chica que perdió la humanidad y nunca la recuperó.

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