31 de diciembre de 2017

Adiós 2017.

Pues el día llegó.
12 meses, 365 días, 8760 horas y 525600 minutos han pasado y por fin ha llegado el día más esperado del año.

31 de Diciembre. La familia, amigos o parejas (depende de la persona y el país) se reúne para celebrar el fin del año. Una etapa finaliza y otra comienza y queremos celebrarlo con aquellos a quien queremos.

Las 12 uvas se nos atragantan pero sonreímos como tontos cuando las campanadas terminan y se anuncia el nuevo año en la televisión del pequeño salón. Con las mejillas llenas de fruta dulce, abrazamos y besamos a nuestros parientes, uno por uno, felicitando que seguimos todos juntos un año más.

Se nos hincha la tripa de buena comida y cava descorchado contra el techo. Los mantecados y el licor se nos suben a la cabeza para cuando salimos al jardín para lanzar fuegos artificiales y encender bengalas que zarandeamos en el oscuro paisaje.

Y llega el momento de ir de fiesta hasta altas horas de la madrugada, para ver el amanecer del nuevo año con un poco de resaca y riendo con los amigos después de toda la noche bailando.
Y aquí es cuando empieza la verdadera reflexión y análisis de mi año...

 No empezó de la mejor de las maneras y con el mejor de los ánimos.
Corazón roto y marchito por un desamor que me dejó secuelas por casi tres meses después de empezar el año.

Renovación y descubrimiento de mi misma. Mayor amor propio, subida de autoestima y retomando en serio las rutinas del gimnasio. El deporte me despertó y sacó de mi más profundo ser una nueva yo. Más libre, sonriente y con una mente despejada y abierta.

Fui de una relación a otra, sin nada fijo ni serio. Los sentimientos no querían aflorar y yo era feliz así, sin amar a nadie. Sin enamorarme... mi corazón necesitaba reponerse.

Y pasaron esos tres meses de sufrir y descubrir de mi misma hasta llegar a comienzos de Marzo... mes que cambió mi año radicalmente, apartando de mi recuerdos esas 8 semanas de oscuridad.

Tras una fiesta, volví de ella con mi amiga y fuimos de casualidad a parar a nuestro pub favorito y allí estaban, sin comerlo ni beberlo nos topamos con los que ahora son nuestros más fieles amigos, la familia que se elige (o el destino eligió por nosotros) que cambió nuestro año por completo. Nuestra forma de ver la vida, de masticar los problemas y reponernos de ellos.

Viajes, fiestas, risas, resacas y diversión en grupo. Un aire de cambio que nos renovó el alma. 
Gracias amigos míos, no sé qué haría sin vosotros.

Primeras experiencias y decisiones locas que pensamos que jamás tomaríamos (nunca digas que no harás algo). 
Y por fin mi corazón volvió a amar. Renació de las más oscuras cenizas y quise de nuevo, sin planear nada, como siempre ocurre. Alguien importante se tropezó en mi camino y ha alegrado aún más este año maravilloso y va acabarlo junto a mí.
También espero que el 2018 me depare tanta felicidad como este 2017, en el que he tenido subidas y bajadas de ánimo, rayadas, llantos, risas, euforia, locura, desmadre, desesperación y felicidad.

Porque así es la vida y, porque si un año no tuviese todo esto y más, los 365 días que lo componen no tendrían ningún sentido vivirlos.

¡Feliz año!

ATTE:


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