Quiero hablaros de una persona que en todas partes, sea donde sea, se nos la presenta como la responsable de que nosotros estemos respirando en este momento.
Nuestra cuidadora, la persona que nos dio la vida, que nos llevó dentro de ella 9 meses, semana a semana... viéndonos crecer en su vientre conforme pasaban los días.
La que daría la vida por nosotros sin nada a cambio.
No quiero contaros todo lo que una madre hace por nosotros cada día. Hoy quiero hablaros de mi madre, y lo que ella significa para mí.
Nací un mes antes de lo esperado, por tanto soy ochomesina. Hice sufrir a mi madre en el parto porque yo hacía creer a su cuerpo que quería salir, pero permanecí dentro durante horas, para explicarlo de forma metafórica y podáis entenderme.
Durante mis casi 20 años de vida, puedo decir aquí y ahora por escrito que no cambiaría a mi madre por muchas peleas y roces que tengamos a veces.
Mi madre es una señora de 48 años que no ha tenido la oportunidad de estudiar más allá de una educación primaria. Sin embargo, es sumamente lista. Y le encanta aprender, sobre todo asuntos culinarios.
Según mi padre y su pareja/marido desde los 16 años (llevan 27 años casados), siempre ha sido una mujer muy responsable, trabajadora y fuerte. Luchadora cuanto menos.
No es la típica señora que va con "las amigas cincuentonas" a tomar un café, babear con el monitor del aerobic, no le ve sentido a la cirugía estética y no le preocupa el físico.
Jamás se maquilla y aún así es hermosa. Cuando lo hace, nos deja a todos embobados.
Es cabezona, cuando se le mete algo en la cabeza no para hasta conseguir lo que se propuso. Sabia aunque a veces usa sus consejos en vano.
También es muy estricta y tiene mano dura conmigo y con mi hermana desde que éramos niñas para guiarnos por lo que ella cree firmemente que es el buen camino.
Tanto mi hermana como yo nos agrada la educación que nos dio, aunque a veces nos trata como los pollitos que aún no salieron del nido y nos corta las alas. Y otras veces nos deja el cielo libre. Es contradictorio, como ella.
Ríe poco, pero cuando lo hace es un sonido precioso. Es impulsiva, no mide sus palabras, quizás eso lo heredé de ella y ambas tenemos que cargar con ello. También la impuntualidad.
Se deja llevar por lo que digan personas que ella considere influyentes y no entiende lo que lee, por lo que es fácil de engañar. Pero se gana el cariño de todo el mundo allí dónde de va.
Siempre quiere lo mejor para todos, aunque sin perjudicar a sus hijas. Quizás por eso es un ogro con sus yernos. Aunque luego los trate como si fuesen su familia.
La he visto sufrir por mi hermana, en momentos muy duros de salud, dinero, estrés por conflictos familiares... Y siempre adelante, ojos rojos incluidos.
Nadie es perfecto, ni ella, ni yo, ni ninguna persona. Y por eso, no la cambiaría por nadie.
Te quiero, mamá.
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