31 de enero de 2015

Carta a un amigo

Esta entrada quiero dedicársela a un viejo amigo que no hasta hace poco tiempo, era el culpable de mi ciega creencia en la amistad verdadera. Esta amistad, como tantas otras cosas, tiene fecha de caducidad, y la cosa no resultó ir bien tras dos años de maravillosa amistad.

Rescates de medianoche con palabras amables, quedadas con helados y parques resplandecientes en verano, risas, conversación sin fin, ayudas mutuas, secretos inconfesables, amistad pura, verdadera y aparentemente duradera, pero como leí en una ocasión en no recuerdo donde... nada es para siempre.
Por razones estúpidas y en parte egoísta, la amistad se enfrió poco a poco hasta reducirse a cenizas, que es lo que es ahora para mí. Duele escribir estas líneas, pero han pasado ya varias semanas (aunque realmente fueron meses apáticos), y uno al final se acostumbra al dolor. Aun hoy cuando oigo su nombre, se me revuelve el estómago.



Esta carta-entrada no es para hacerlo sentir culpable, en lo más mínimo, solo para hacerle llegar la información que ya imagino que sabrá de sobra... Amigo, si lees esto, querría que supieras una vez más, que para mí fuiste sino el mejor, uno de los mejores amigos que alguien puede querer para alguien o para si mismo. Nuestra amistad real fue efímera y opaca en sus últimos momentos de aliento mientras seguía con vida. La llama se extinguió, pero mis recuerdos no, y espero que los tuyos tampoco lo hagan nunca. Que me recuerdes al menos como una vieja conocida con la que compartiste grandes recuerdos y viviste cosas increíbles. Desde lecturas faciales un lunes a las 8 de la mañana, como el saber que iba a escribir, o concluir las frases del otro, conocer cada una de nuestras emociones -enfado, euforia, tristeza, melancolía, egoísmo- y saber cuando era el momento adecuado para salir de casa y hacer una pequeña escapada al parque más cercano. Decían que la amistad entre hombres y mujeres no es posible. Yo opino que nuestra amistad fue un ejemplo de que si es posible, pero claramente, dejando de lado nuestros géneros, toda amistad, homogénea o mixta, tiene fecha de caducidad. No creas que solo me trasmitiste cosas buenas, también malas. Se lo que es esperar algo de alguien y que nunca llegue, la decepción y el dolor de la ignorancia, el ocultismo y el saber demasiado, pero me demostraste que ninguna amistad es para siempre, porque el amor y la amistad tocan fondo en algún momento, y mas pronto que tarde en edades tempranas.

Como conclusión de mi carta que escribo al borde de las lágrimas, volver a repetirte que para mí eres un buen recuerdo de mi pasado, y espero con emoción que yo lo sea también en el tuyo. Te deseo felicidad y esperar que encuentres en alguien la misma amistad que yo encontré en ti, porque estoy segura que yo no podré encontrar alguien que te iguale.

Atte: Tu Sandrusia.




Image and video hosting by TinyPic

3 comentarios:

  1. Es muy bonita, y muy sincera...
    Buen trabajo.

    ResponderEliminar
  2. Te diré algo, no soy quien para judgar tu carta, ya que, no soy la persona que mejor se ha portado contigo, porque te hice sufrir mucho y pasar muy malos momentos. Yo no soy el mismo de antes, pero al igual que hablas de tu amigo en esta carta, quería decirte que él, tampoco te olvida, no se si me creerás o no, pero lo cierto es que te echo de menos, y comprendo que a estas alturas, nunca volveré a ser tu mejor amigo. Aún así, me gustaría recuperar la amistad que quedó ahí suspendida en el aire como si nisiquiera nos conociesemos. No tengo mucho que ofrecer con mi regreso, tan solo, ayudarte en lo que necesites y un amigo allá donde te haga falta. Espero que algún día vuelvas a tomarme como apoyo.
    Atte: un cremoso cachimbero salvaje.

    ResponderEliminar