¿Alguna vez habéis sentido como vuestra cabeza no podía más y estallaba?
Estallas por dentro y se refleja fuera en lágrimas, taquicardias, ansiedad y unas ganas increíbles de golpear algo con fuerza y romperlo en dos.
Quieres hasta desaparecer, morir, lo que sea pero que acabe el dolor. Ese insufrible martilleo en las sienes, aplastamiento del pecho y taponamiento de las fosas nasales.
No puedes más y te muerdes los nudillos, hay paredes y farolas que reciben patadas con furia. Las silenciosas calles se remueven de miedo con el llanto descontrolado y los sonidos lúgubres y tristes que desprende la garganta.
Las palabras dañinas resuenan en la mente como si se tratase de un coro incesante, que golpea el craneo desde dentro, constante y cansino, sin pausas. Quieres romper a llorar pero no puedes, tienes que controlarte, recomponerte y aparentar. "Todo está bien" te dices, "no, no lo está" te contesta la realidad.
Nadie parece comprenderte, nadie parece entender lo que hay dentro de tu cabeza. Intentas explicarte pero las palabras no salen, la garganta se cierra. La voz se apaga, tu brillo se escapa.
Ni siquiera el diccionario más amplio es útil cuando lo irracional y el caos se apodera de tu mente.
Asusta, crees que te vas a morir, que es el fin de todo, que desfalleces o te desmayas ahí en medio, sin que nadie te vea ni te rescate. La gente no está. Estás sola. Así venimos al mundo y así nos vamos, en nuestra propia batalla campal.
Puedes hacerlo. Puedes vencer. Te tienes a ti, puedes ganar tu batalla campal.
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