24 de enero de 2019

Bailando

La bata de cola del vestido se movía sin parar y yo la observaba desde mi butaca de atrás. Mis ojos se balanceaban con ella, sin despegar la pupila del suave compás y juego de pies.

La música envolvía la sala y yo me dejaba envolver. Como un regalo de navidad el cual iba a estallar en confeti en cualquier momento.

Mi corazón bombeaba la sangre con energía y frenesí. La bailarina le sonrió al público pero yo sentí que lo hacía sólo para mí.

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